El viernes 5 de Enero escribí mi carta a los Reyes Magos, y
pedí ser IMPARABLE e INCONTENIBLE.
El domingo 7 de Enero, a la una de la tarde, en Celaya,
Gto., mi lugar de nacimiento, conocí al hombre que me enseñó a amar en toda la
extensión de la palabra.
Nunca en mi vida había sentido lo que Mario Puzo describe en
“El Padrino” como “el rayo siciliano”, inclusive pensaba era algo platónico,
ideal, fuera de este mundo, reservado solo para los lectores ávidos de
historias de pasión.
Él deshacía el tiempo, luego lo fundía y lo difuminaba a su
antojo.
Éramos como una misma pieza colocada en puntos distintos del
hemisferio y destinadas a coincidir en algún punto determinado.
Entendíamos qué significada cada palabra, cada silencio,
cada sonrisa, cada mirada, sin necesidad de explicarla.
Estar a su lado, me hacía multiplicar todo mi potencial
porque escuchar un “Eres la mejor!”, no te hace mejor en tu vida, pero te alienta
a tratar de serlo.
Jamás en mi vida, había sido tan feliz como mujer.
Este año descubrí que no hay imagen más hipnótica que verte
a ti mismo en la pupila brillante de la persona que amas.
Me atreví a ser cursi y a permitirme correr de la mano de
alguien que visiblemente también irradiaba felicidad y euforia a mi lado.
Todos esos secretos contados por primera vez, que jamás
volverás a compartir con nadie, porque sólo le pertenecen a él.
Conocí esa sensación de unidad y entrega cuando acarician
cálida y cuidadosamente tu rostro y te dicen que eres realmente hermosa.
Descubrir el lugar preferido para comer de ambos, llega a
ser una experiencia única.
Aún no me atrevo a regresar nuevamente allí, porque tengo
miedo de que ese pequeño restaurante local de mariscos, no sea tan bueno como
lo recuerdo.
Corríamos al terminar nuestras jornadas laborales de cada
semana sólo para ver los partidos de NBA y baseball, y emocionarnos juntos y
reír y sentirnos… así…. Invencibles.
La vida llega a ser un maravilloso regalo cuando te premia
con compañías tan explosivas como la de él.
Y no ha habido un solo día desde el 7 de Enero de este año,
en que no le haya agradecido a Deus el maravilloso obsequio de su compañía, tan
efímera como inmortal e inolvidable.
Y aún cuando ya no sepamos nada el uno del otro, no hay
noche que no rece por él, porque sé que él hace lo mismo por mí, y no hay
momento de mi vida en que no sienta latir su corazón a la distancia, el mismo
latido intenso que aprendí de memoria cada vez que yo le abrazaba como si no
hubiera manaña…. Porque en efecto, no hubo un mañana para nosotros.
Así que, sin más ni más, Agradezco infinitamente de este
2018, el haberme sentido Imparable e Incontenible.