No hay finales felices....

... porque nada termina.

Mis papás se separaron el 22 de Febrero de 1997. Aunque era un fenómeno que debía haber acontecido muchos años atrás. Recuerdo exactamente la fecha porque yo tenía diez días de haber cumplido mis XV. Iba en segundo semestre de preparatoria. Y mientras mis compañeras y amigas me preguntaban acerca de mi fiesta y chambelanes (que nunca tuve), yo quería que el mundo se detuviera para que mi mente y corazón pudieran repararse, o mínimo entender lo que estaba sucediendo a mi alrededor.

Tuvieron que pasar muchos años para que yo entendiera que el amor de pareja acaba. Pero eso no lo podía entender en ese entonces, porque mi mundo era rosa.. y de un instante a otro, todo quedó entre tinieblas.

Oí tantas veces las discusiones entre mis papás, que tapaba mis oídos y me escondía entre las sábanas para no sentir ese pánico y horror que hasta el día de hoy sigo sintiendo en mi interior cuando alguien me alza la voz.

Fue la primera vez que descubrí la manera en que las lágrimas desgarran tu piel al rodar por las mejillas, que tu sangre quema tus venas y no llega a tu cerebro, que te desconectas de este mundo para sumergirte en el dolor, y ahí puedes durar minutos eternos, días, semanas… o inclusive meses.
Hoy sé, que nada ni nadie puede devolverme aquello que he perdido en el dolor. Porque en dicho proceso, también llegan renovaciones a tu ser. Y hace falta un chingo de webos para hacer que dichos cambios sean productivos y te perfeccionen.
Me enteré que ningún abogado de esta pinche ciudad, quiso tomar el divorcio de mi mamá y defender lo que a ella le correspondía, y odié a todos los abogados, porque fallaron a su juramento de hacer valer la justicia y equidad. Y la Nación se quedó callada. No les demandó su omisión.
Y que conste que adoro con toda mi alma a mi padre. Pero como todo ser humano, cometió errores. Aunque en ese entonces, no midiera todas y cada una de las repercusiones que tuvo.

La soledad era para mí un hogar y un refugio en las tinieblas.

¿Dónde estaba el Creador (cuyo nombre será eternamente bendecido) aquéllas noches en que yo le exigía que apareciera y sanara mis heridas, que secara mis lágrimas y me dijera que el mundo alguna vez fue ese paraíso terrenal y que vale la pena luchar por él?
¿Dónde estaba Él cuando la maldita “sociedad” le dio la espalda a mi mamá por dejar a mi padre?
Lo llamé por todos los nombres que conocía en esos instantes, hubiera querido saber sánscrito para Evocarlo en el idioma de la humanidad y recibir un suspiro que me diera las fuerzas necesarias para abrazar a mi madre y hermanos y decirles: “No se preocupen, todo va a salir bien. Ya lo verán”. Pero ellos estaban igual o peor que yo.

Hoy sé que el Creador nunca me dejó sola. Que si no Lo percibía fue porque no supe Escucharlo. Hoy sé que en Su omnipresencia también estaba presente en mi madre y hermanos, y que cada vez que ellos me abrazaban, también Él lo estaba haciendo. Y que Él fue en ese entonces, el origen y causa de la fuerza interna para librar mis batallas interiores diarias.

Hoy sé que amo a mi familia como nunca llegaré a amar a nadie más. Todo lo que soy, se lo debo a ellos. Y realmente, quiero que encuentres tu felicidad. Porque no soporto la idea de saberte confundida, como yo un día lo estuve. Sabes que siempre estaré contigo, porque nuestra conexión es especial… viene de las estrellas, y hacia allá se dirige.

Sí, no hay finales felices, porque el amor de pareja puede terminar, pero lo que yo siento por ustedes tres, es eterno e infinito.
No percibo su principio, ni vislumbro su final.