and the oscar goes to......

Siempre he creído que el papel de villano, le da al actor más espacio para explotar sus dotes artísticas.
Le permite ser sumamente versátil, y desarrollar su hipócrita bondad de héroe, mostrar al espectador su lado perverso, y en las actuaciones de renombre, esas que se convierten en leyenda, y que seguramente serán tomadas como escuela de expresión de aquí en adelante, nos deleitan con el lado psicópata del personaje (cuando se sabe ruín pero está seguro que le hace un bien a la humanidad).
Indudablemente, es tarea difícil encontrar un parámetro claro y objetivo que establezca la línea que divide “lo bueno” de “lo malo”.
Ya lo había hecho entrever Guillermo de Baskerville cuando le comentó a su aprendíz Adso de Melk, que decidió dejar de hurgar las debilidades de los hombres pecadores, porque se dio cuenta que eran las mismas que las que aquejaban el alma de los hombres justos.

Por otra parte, me encanta la manera en la que lucen los hombres cuando se visten de traje.
Les da cierto toque de misterio, y con la postura adecuada, se vuelven por demás irresistibles.
Desde mi punto de vista, ver a un Hombre trajeado es una cordial invitación a acercarse a él, quitarle el saco, desanudar lentamente pero con firmeza la corbata sin evadir la mirada de sus ojos, y sentir el roce de los botones de la camisa al ser desabrochados uno a uno.
Dentro del top 5 de sensaciones realmente eróticas en mi mundo, se encuentra la producida por el hecho de desabrochar un botón.
… tanto ajenos como propios.
Es una lástima, que el traje perfectamente ajustado al atlético cuerpo del Batman personalizado por Christian Bale, no tenga algún botón a la vista, pero agradezco infinitamente que Bruce Wayne sea un adinerado con buen gusto al vestir, y una actitud provocativa al conducirse.
La mirada sin antifaz de este Batman, sin duda alguna, roba la atención de los espectadores, porque denota la lucha interna del personaje.
Pero…. su mirada debajo del antifaz, parece estar a punto de cruzar la frágil línea que divide el bien del mal.
Es la metamorfosis ilustrada a través de “el espejo del alma” que puede degustar exquisitamente el mundo cinéfilo.

No es alegría, ni odio, sino pasión.
No es justicia, ni venganza sino equidad.
No es opresión, ni libertad, sino convicción.

No es héroe, ni villano, sino un caballero de la noche.