contradicciones

Cuando conocí a la señorita Esther yo era una mocosa de 24 años.
Una personita con muchas ideas contradictorias dentro de sí.
Si elegía el azul, resultaba que el gris era más apropiado.
Si me decidía por las hojas tamaño carta, el formato adecuado resultaba ser tamaño oficio.
Si lo besaba a él, realmente pensaba en el otro, aunque el otro, nunca fue tan buen besador.
Si utilizaba una playera, terminaba retachándome por el sweater.
Si decía SÍ, algo dentro de mí decía NO.
Si elegía sopa, recordaba mi aversión hacia los líquidos espesos y calientes (sin albur).
Si amanecía, yo quería dormir, y si anochecía, yo quería estar despierta.


La primera vez que la ví, aprendí inmediatamente sus rasgos físicos, cosa que casi nunca acontece porque mi mente es muy distraída.
La ví sentada. Tímida, risueña, gruesa, natural, la mujer más natural que he conocido en toda mi vida, parecía débil, pero ahora sé que es una mujer fuerte, y su fortaleza nace de la bondad de su corazón, tiene un alma pura, un alma como pocas, tiene pocos recursos económicos, pero es mucho más compartida que las personas adineradas que fanfarronean por estos rumbos, no tiene esposo o hijos que la ayuden a sembrar y cosechar sus tierras, pero no ha sido obstáculo para que salga adelante por sus propios medios, sus manos denotan el trabajo físico que realiza sol tras sol, se levanta a las 5 am para preparar el nixtamal, y se acuesta cuando apenas oscurece, no sabe leer ni escribir, pero confía ciegamente en mí y “firma” (con sus huellas digitales) todo lo que yo le indico, le explico todo lo que voy haciendo en su asunto, y ella asiente sonriendo, pero me he dado cuenta que no me entiende nadita de nada, y aunque yo le digo que me pregunte cuando se le dificulte algo, y que yo le digo con otras palabras lo que significa, ella dice que confía en mis decisiones…

Recuerdo esa mañana en que conocí a la señorita Esther.
Se convirtió en mi clienta favorita, ha pagado mis honorarios profesionales con mucho más que dinero, porque irónicamente, los asuntos más difíciles que ponen a prueba la madera de la que estás hecho, son los que menos te remuneran económicamente, pero qué diablos! Hay otros intereses de por medio.
Gané conocimiento, gané el cariño de alguien sincero, y me devolvió la confianza en mí misma, la que había perdido debido a mi mundo contradictorio.