la marca de jess

"Estamos hechos de cicatrices ......"
Luciano Arcur

Cuando era apenas una niña de entre aproximadamente tres y cuatro años, mi mamá me llevo a una comunidad perteneciente a este Municipio a visitar a una amiga suya, yo me fui a jugar al patio con la hija de la señora.
El patio no estaba pavimentado, era tierra, y entre la tierra había mil objetos interesantes para una niña de mi edad.
Moría de curiosidad al ver tanta materia tomando diferentes, variadas y multicolores formas, y al sentir cómo la tierra se escurría entre mis manos.
Si somos polvo, y en polvo nos convertiremos, no imagino la cantidad de seres humanos que toqué esa tarde.
Y el objeto ganador fue un clavo.
(Algún muy buen amigo suele decirme, “ya desde niña se reflejaban los juegos que te agradarían años después” jaja!)
Lo acerqué tanto a mi rostro, que aún a 3 cm del lado derecho de mis labios, tengo la débil cicatriz que se une a las líneas faciales que provoca la sonrisa, así que, pocas personas se han percatado de su existencia.

Posteriormente, a los 9 años fui víctima de la varicela.
Todo mi cuerpo se cubrió de ronchas, y la comezón era insoportable. A pesar de las indicaciones médicas de no rascarme, en un ataque de locura, rasqué mi frente y justo en medio de los ojos tengo una pequeña cicatriz en forma de hueco, que cada mañana veo reflejada en el espejo al elegir el peinado del día (que por cierto, raras veces cambia).

A los 23 me operaron de la apéndice, y aún al recostarme y tocar mi piel desnuda, puedo sentir esa línea sexy y profunda que recorro de extremo a extremo en un acto hipnotizante, que roba mi atención, y de repente, todo desaparece, queda en silencio, y el sueño se apodera de mí y de mi cuerpo lleno de cicatrices.

Sí, conoces a una persona a través de sus cicatrices, algunas son invisibles a los sentidos, pero se reflejan en la mirada, sólo los más osados y acuciosos pueden tomar nota de ellas.
Pero para los demás mortales, una cicatriz es una historia por contar, un momento que marca tu vida, aunque a veces queramos disiparlo con el camuflaje de la mueca al sonreír, con un peinado que la cubra, o entre la ropa de uso diario.
Sólo que algún día, llegará una persona que me mire a los ojos, despeje el pelo de mi rostro, distinga las líneas faciales de una línea externa, diferente a la piel original, desabroche el pantalón, recorra mi piel para conocer cada rincón de mi ser, descubra la profunda línea producto de una intervención quirúrgica, la recorra como yo la recorro cada noche entre la yema de mis dedos, y con dicho movimiento, no nada más hará suya mi cicatriz, ni la historia detrás de ella, sino también a la portadora de esa marca cutánea.