De las verdades ocultas.

El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos.
William Shakespeare


En el año de 1507, Alberto Durero inmortalizó a la manzana como la fruta prohibida por cuyo degustamiento los primeros padres perdieron el paraíso terrenal, el fruto de aquél árbol prohibido de “la ciencia del bien y del mal”.
Se habla de que el pintor de la época de Da Vinci no fue el creador de dicha tendencia visual e interpretativa, pero sin duda alguna, él, sus antecesores y contemporáneos marcaron la pauta con la que las sociedades posteriores identificarían la idea del alimento con el que una serpiente tentó a la primera mujer. A pesar de que algunos países orientales, afirman que fue una palmera de dátiles, la idea de que fue un manzano es la más arraigada actualmente.

Me pongo a pensar por qué se eligió a “la manzana” como “la fruta prohibida”, la misma con la que no sólo Eva fue tentada, sino también la mujer de los siete enanos.

Cuando degusto una manzana, me gusta escuchar ese sonido que provoca la fricción de mis dientes contra su cáscara.
Si tuviera que elegir mi fruta favorita, sin duda alguna, elegiría a la manzana de cáscara roja.
Sí, soy una mujer pecadora, que cae fácilmente en las tentaciones terrenales.

Todas las mañanas al llegar a la oficina, él entra a mi cubículo, se acerca a mi escritorio y saca de entre su portafolios dos servilletas envolviendo una manzana.
Yo sonrío y le agradezco el detalle.

Una manzana castigó a una mujer y a un hombre.
Una manzana une a una mujer y a un hombre.

El libro de las verdades ocultas refiere la manera en la que un Padre pone a prueba a sus hijos y les obsequia un paraíso con la condición prohibitiva de un fruto.
Mi historia favorita narra la manera en la que un Padre todos los días laborales se acerca con su hija, y conociendo sus gustos culinarios, le lleva una grata sorpresa, y le obsequia el fruto prohibido.

Aunque la causa de la sanción original, iba más allá del alimento, estaba predestinada desde un inicio.
Y el lazo que nos mantiene unidos va más allá de una historia predestinada, es parte de la libertad para trazar nuestro propio destino.