en contrapartida

Cuando mi hermana era estudiante universitaria, y por motivos laborales me enviaban a la Ciudad en que ella cursó los estudios superiores, yo solía enviarle un msj de celular para invitarla a comer en cuanto yo me desocupara, nos poníamos de acuerdo en horario y lugar, y nuestro momento tan particular hermana a hermana comenzaba en cuanto ella subía al asiento del copiloto… o mejor dicho, cuando me cedía el lugar de copiloto y me mostraba su destreza al manejar en ese entonces.

Y dependiendo de la cantidad de dinero que yo llevaba, elegíamos el lugar que nos proveería de alimentos. Así que podíamos ir desde unas tortas callejeras y deliciosas, hasta mi restaurante de mariscos favorito, donde solíamos compartir de postre una taza de deliciosos chongos.
Pero invariablemente, siempre que estábamos intercambiando opiniones y experiencias, sonaba de fondo en algún momento de la charla “Perfume de gardenias”, así que se volvió nuestro himno de hermandad.

Aún al día de hoy en que mi hermana dejó de habitar esa ciudad, y yo sigo asistiendo ahí por motivos laborales, me desplazo por esos rumbos tan conocidos, suelo sonreír y pensar en todas aquellas conversaciones entre dos mujeres tan diferentes y tan iguales al mismo tiempo.

Hoy que mi hermano estudia la Universidad en otra ciudad, a la que no tengo ningún motivo laboral par asistir, suelo inventarme malestares físicos en la oficina para faltar de vez en vez alguna tarde e invitarlo a comer o tomar un café y pasar un rato juntos.
Platicamos nuestras historias de amor tan parecidas, o mejor dicho de desamor, me platica de sus clases, yo le platico de mi trabajo, él me habla de antros, yo le comparto mis sueños, y mientras él toma su capuchino, yo suelo esperar a que mi café americano se enfríe un poco, y los dos compartimos una rebanada de pastel de chocolate.

Le doy consejos sobre su vida estudiantil como preámbulo para su vida profesional, y él me da consejos sobre los sentimientos como preámbulo para mi vida personal.

Hoy que mi padre vuelve a las aulas universitarias después de 42 años, yo soy quien pasa a la capital de mi Estado cada sábado al mediodía para traerlo de regreso.
Me platica de todo lo que se discutió en clases, me da su punto de vista, escucha el mío, y a mitad del camino de regreso, hacemos parada para comprar un café.

Lo dejo en su casa, me despido de él, le deseo buen fin de semana, y voy a casa, llego con mamá y le pregunto si tiene ganas de ir a comer a algún lado.
Ha llegado la hora en que a veces, sólo estamos ella y yo en casa.
Pero nuestra familia, a mi parecer, está más unida que nunca.
Este fin de semana, no es día de la madre ni el cumpleaños de mamá, pero haré parada en alguna florería y le compraré un arreglo floral, esos que la hacen sonreír de la nada y la hacen mirarme como antaño, cuando yo era una chiquilla.

Queridos Santos Reyes, este año me he portado muy bien, obedezco a mi mamá y tengo buen promedio, no digo mentiras ni maldiciones, este año iba a pedirles de regalo una barbie, pero lo que realmente deseo, y por lo que renunciaría a mi muñeca, es que mis papás se quieran un poco más, y que papá pase más tiempo con nosotros. He escuchado que el Niño Dios hace ese tipo de cosas realidad.- Carta inédita que se enterró en la casa paterna hace aproximadamente 16 años.

He aprendido que las estrellas cumplen cada uno de tus deseos, pero no de la manera en que tú los visualizas, sino de una manera en que tú juegas un papel vital; no de un día para otro, sino a través de método y constancia; no de manera gratuita, porque absolutamente TODO tiene un precio; no de la manera fácil, porque así no se valoraría; no sin haber caído una y otra vez, para aprender a levantarnos; no sin haber derramado lágrimas, porque sólo a través del dolor, entendemos perfectamente lo que es el amor.