Magic is in the air

Desde que tengo uso de razón, las he escuchado.
He leído que las batallas internas son las más difíciles de librar.
Y no ha habido verdad más grande expresada sobre la faz de la tierra.

Invariablemente, a eso de las 11 de la mañana, un par de golondrinas se detienen un rato en los cables de mi balcón laboral. Me gusta voltear a verlas, porque hablan su idioma entre ellas, se murmuran cosas prohibidas y me comparten dicha escena, me invitan a levantarme de mi asiento e ir afuera a saludarlas. Dan piruetas en el aire, dan su reverencia al Creador por un día más, y me hacen partícipe de dicho agradecimiento, se despiden de mí y siguen su marcha, y yo la mía.

En un mundo solitario, el ser humano lucha y se vale de cualquier medio, para lograr su propia supervivencia.
Yo superé mi soledad en la infancia, creando amigos imaginarios.
Cuando lloraba en los rincones de mi cuarto, ellos venían hacia mí a consolarme.

- No llores pequeña, tu dolor es efímero.
- Estoy aquí para ayudarte con tu pena, todo pasará, ya lo verás.

Mi infancia les daba su propia existencia, mi creencia pura en ellos hacía que vinieran a mi lado cuando no había nadie más a mi alrededor.
Un día, no regresaron nunca más, yo llegaba corriendo a nuestro escondite secreto a llamarlos, pero no recibía respuesta alguna… y otras voces más duras ocuparon su lugar.
- Eres una pendeja hipócrita, lloras para chantajear a los demás y que sientan lástima de ti.
- Nos das asco, tú y tu patética vida.

Nunca entendí si eran voces creadas por mi baja autoestima o si algún espíritu que se encontraba deambulando por el medio, hacía una parada en mi mente para infundirme pánico e ideas que aún me aterra recordar.
Sí, mis batallas internas, fueron, son y serán duras de librar.
Porque sé que los fantasmas del pasado, nunca se esfuman, siempre regresan, y regresan sabiendo qué táctica usar para combatir tus nuevos bríos y energías.
Sólo que ahora ya no soy una niña, y ya no les tengo miedo.

Hoy escuché otra vez, esa voz tierna y cálida en mi interior,
- Hey Lidia, crees en la magia?

Yo sonreí, y para rendirle un homenaje a mi magia interna que regresó después de 16 años, me dirigí hacia fuera y le respondí:
- Claro que sí, puedo verla revoloteando a mi alrededor.