Miss Blog

En la escuela de monjas en la que fui enclaustrada cuando era una pubertilla, cada año en la primaria, hacían un examen de ortografía.
La maestra nos daba una hoja con una lista de alrededor de 200 palabras de difícil aprendizaje; durante un mes entero las estudiábamos, hacíamos exámenes semanales donde nuestra maestra nos dictaba 10 palabras escogidas al azar y practicábamos nuestras debilidades ortográficas con hojas y más hojas de columnas con la misma palabra.
Por esas fechas, yo estudiaba arduamente cada palabra y me esmeraba para el día del concurso, en el que la madre directora pasaba a cada salón y nos dictaba las 10 palabras más difíciles, que cautelosamente escogía.
En segundo grado, fue mi primer evento de tal naturaleza.
Una semana después, a la hora del toque de la entrada, la madre directora, después de nuestra oración inicial, se subía al foro que era el lugar que representaba autoridad, sólo la directora y la escolta los días de honores, podían subir y observar todo el patio de filas uniformadas con colegialas, y al fondo, las clásicas madres de familia mitoteras que pretendían volverse hermanas de la caridad, para ver si así sus pequeñas nenas mínimo recibían reconocimiento por “participación y estimulación al buen nombre del colegio”.
Ese día, la madre directora fue nombrando una a una a aquéllas niñas de segundo de primaria, cuya calificación había sido perfecta para que fueran subiendo al foro, y al final pudieran obtener un aplauso general del resto de la población allí congregada, y yo temblaba esperando haber sido una chica con “perfecta ortografía” y recibir mi diploma y un aplauso de la multitud…. De los 9 nombres pronunciados, ninguno fue el mío.
Aunque fuera una escuincla de 6 años, yo estaba a punto de ponerme a llorar por el fracaso obtenido. Aplaudí a todas aquellas que sí anotaron correctamente sus palabras, y ví cómo el reconocimiento iba subiendo de grado… tercero, cuarto, quinto…. Y cuando comenzaría el turno de las niñas mayores, las niñas más exclusivas de todo el plantel, la directora dijo: “Huy, aquí se vino escondida una niña de segundo de primaria, démosle un grande aplauso a …. Jess Rabbit”…. Recuerdo que mis piernas temblaron, la niña de enfrente de mí que era la única que sabía mi nombre por ser yo la “nueva adquisición del salón”, me dijo “corre, ve al foro, recibe tu diploma”.
Recibí un aplauso para mí sola, sonreía incrédulamente, y subí por primera vez a ese foro.
Volví a subir los años subsecuentes, hasta que me convertí en una niña mayor, a punto de llegar a secundaria.
Quería que mis padres estuvieran orgullosos de mí.
Diantres, escribo y estoy llorando…
Así que ahora en lugar de un final melancólico y nostálgico, démosle un final chispa/cura/shévere.

Hay otras chicas en cambio, que también son aplaudidas globalmente y esperan con tamaño ahínco, ser las ganadoras de la corona que les brinde un reinado anual y sentirse perfectas no ortográfica, sino físicamente.
Son dueñas de la pasarela, atraen las miradas de millones de televidentes, son objeto de bajas pasiones tanto masculinas como femeninas.
Han ganado la guerra contra celulitis y estrías, y tienen el placer de caminar seguras de sí misma, sin que nada en su esbelto, torneado, bronceado y bien proporcionado cuerpo tiemble.
Se creen intelectuales por el simple hecho de responder “Queremos –pas—mundial, y que todos los perritos callejeros tengan un hogar cada noche.”.
Su más grande miedo, después de no obtener el primer lugar, es llevarse una caída pública al momento de exhibirse como verdaderas bitches con bikini y tacones de aguja de 10 cm.
Y sí, sí soy una pinche envidiosa porque ni volviendo a nacer tendré esas medidas, pero como ayer en la tarde un ciclista pasó a mi lado y me dijo “adios bizcochito” he decidido autoritariamente, nombrarme Miss Blog por un día.

Así que ladies and gentleman, “démosle un grande aplauso a jess Rabbit” jajajajaja. =P