Mi Villancico.

"Adeste Fideles, letiri unfante
venite venite in bethlehem
natum videte reyem angelorum
venite adoremus, venite adoremus, venite adoremus dominus."
John F. Wade


En el reclusorio de monjas a que mis padres me enviaron a partir de segundo de primaria, durante las épocas decembrinas cada grupo del colegio elegía un villancico para cantarlo en el patio de la escuela antes de comenzar la posada que básicamente era comer gratis molletes, refresco, churros con salsa y paletas de agua.

Debía ser un día especial porque la madre directora nos permitía ir vestidas de civiles.
Así que todas las niñas iban vestidas con sus mejores prendas friolentas y afinaban su garganta para parecer un verdadero ángel cantando en el turno correspondiente.
Yo siempre quise cantar “Adeste Fideles” cuya letra yo había aprendido desde que descubrí mi capacidad de almacenar datos indefinidamente en mi memoria, pero por alguna extraña razón, el grupo en el que yo iba, nunca eligió ese villancico (¡¡¡¡¡¡estúpidos peces en el río que beben y beben y vuelven a beber!!!).

En tercero de secundaria, a un paso de salir del enclaustramiento femenino, por otra extraña razón del destino, se eligió cantar Mi villancico… yo la verdad moría de ganas de que llegara el momento de que todos los demás grupos nos vieran cantando esa nostálgica canción…. Y por otra razón aún más extraña, de la nada, se canceló la posada ese año y Mi villancico nunca pudo ser cantado por mí en mi estancia colegial.

Han transcurrido trece años a la fecha.

Cada Diciembre que acudo a algún local comercial para formar parte de la multitud humana que compra cachivaches para alguna persona especial y escucho Mi villancico de fondo, no puedo evitar detenerme unos instantes, recordar en mi mente la voz de aquélla niña-adolescente que soñaba con pararse en medio de la multitud y cantar suave, pero firme, aquélla melodía con notas nostálgicas pero con un mensaje de felicidad inmensa, porque “…..que sepa el mundo entero, que Dios llegó”.

Divinidades llegan, y deidades se marchan.

E invariablemente, cada Diciembre pienso en ese niño que llegó para dividir tajantemente el curso de la historia, y pienso en Mi villancico que nunca pude dedicarle.

No podría aseverar que vino a redimir a la humanidad del pecado original, pero debió haber sido un niño especial…. Porque los ángeles no hubieran anunciado el nacimiento de alguien que no lo fuera.


Sé que en el transcurso de la vida querremos cantar Un villancico en especial, que lo aprenderemos de memoria, e incluso soñaremos con un momento estelar, pero que existen acontecimientos externos que nos impidan tener un papel protagónico, y ello no querrá decir que el esfuerzo y tiempo invertido en aprender la letra hayan sido en vano, porque todo aprendizaje perfecciona al Ser original; y no sabemos si el día de mañana, esa melodía suene en un ambiente diferente, nos inmovilice, nos haga incluso derramar una lágrima que nos recuerde de dónde venimos y hacia dónde queremos llegar, y nos haga tararear Nuestro villancico.
.... y quizá al hacerlo, los ángeles del cielo bailen de contentos.

.... Qué mejor auditorio.


¡Un fuerte abrazo a todos y cada uno de ustedes!
¡Feliz Noche Buena!