Helado de pistache.

Los domingos son nuestro día familiar.
Mi mamá, mis hermanos menores y yo, solemos aprovecharlos para hacer las compras de la semana en súper y mercado, almorzar juntos, platicar acerca de nuestros trabajos y estudios, y generalmente vamos a la plaza de Irapuato al cine, a comer, a comprar algunos accesorios que necesitamos, o simplemente a dar la vuelta.
Ayer mientras nos dirigíamos hacia allá, recordé unos ayeres…. De la nada.
Cuando mi hermana y yo íbamos en la primaria…. Y mi cabezón favorito, apenas era una idea del Ente Universal.
En julio nos entregaban nuestra boleta final del año escolar.
Nuestras maestras siempre felicitaban a mamá por nuestras calificaciones y conducta.
En ese entonces, mi mamá tenía un poco más de mi edad actual.
Y enfrente de la primaria, había un puesto de nieves Bing, actualmente ya no existe, pero en ese entonces, al recibir nuestra boleta de calificaciones, mi mamá nos compraba un helado como recompensa a nuestros esfuerzos intelectuales anuales.
Yo siempre pedía uno de pistache.
Aún el día de hoy, al ir a dicha cadena de helados, pido el mismo sabor, porque me recuerda de dónde vengo…. Y hacia dónde quiero dirigirme también.
Porque volteo hacia atrás, y puedo ver el camino que llevo recorrido, y sé que la mujer que actualmente soy, es la esencia de la niña que un día fui.
Veo los sacrificios y esfuerzos que mi progenitora ha realizado para sacarnos adelante, y sé que no hay manera de remunerarle sus días que nos dedicó y nos sigue dedicando.
Veo cómo mi hermana menor ahora va cada semana al DF a trabajar y regresa los fines a seguir estudiando para superarse y desempeñarse en el área del conocimiento que a ella tanto la seduce.
Veo a mi hermanito estudiar y echarle todas las ganas del mundo, para entrar a la Universidad de Guadalajara, y estudiar la profesión que le interesa.
Me veo a mí, y sé que no soy la misma de antes, pero tengo las bases que requiero para enfrentarme al mundo.
Hoy recuerdo con gratitud en el alma, el sabor de un helado de pistache.