Juventud, divino tesoro.

Pensé que el sexo sería una forma de liberarme.
Liberar todo, estrés, calentura, mi verdadera yo… y juventud.

Pero pensé de la manera equivocada.
Al final, sigo vacía.
Este vacío que viene cuando la realidad pesa más que mis energías positivas.

Y aunque hay uno que otro que me llama continuamente para volver a acostarme con él o volverlo a intentar, ahora todo es diferente. No soy la chica que ellos conocieron. Y causa de ello, uno que otro piensa que los humos se me han subido y que ahora soy una “pinche vieja, mamona y engreída”. Cuando no entienden que quiero ampliar horizontes, y sentir orgasmos de otro tipo, de esos que no se consiguen en la cama, en el suelo, contra el archivero o en el ascensor….

Seduce primero mi espíritu, somete mi voluntad y finaliza por hacerme tuya en un acto carnal… Pero parece que pido demasiado.

A la hora de repartir los abanicos, a Marisela le tocó un listón rojo (para la pasión) y a mí un listo verde (para el varo). El novio de ella, amigo mío desde preparatoria, dijo que si se lo cambiaba… yo dije, va… tenlo, yo ocupo más un listón rojo que uno verde.

Pero cuando abres tu galleta de la suerte, se vuelve tuya, y cualquier cesión de derechos, compra-venta, donación o chanchuya, es nula.

Mi primera vez fue a los 22 años.
El jueves 26 de Agosto de 2004. A las 10:00 pm. En un motel de Irapuato. Hasta eso, el más nice.
Tenía un mes de haber egresado de la universidad.
Aunque pudo haber sido antes… mucho antes.

Me pongo a pensar, si realmente el sexo me ha remunerado algo internamente hablando.
Y no es que no haya habido frenesí de por medio, en la mayoría de las veces, era lo que sobraba.

En qué parte fallé, que cuando paso por los lugares en donde mi cuerpo se ha estremecido, mi alma simplemente mira inexpresiva y no se enciende nuevamente como antaño.
Y no sé si la próxima llegada de mi amiga mensual me provoque las ganas de llorar, o lo sea todo… el hecho de que ya hayan dictaminado la muerte cerebral a alguien que aunque no lleva mi misma sangre, era parte de mi vida diaria….. el hecho de que dude en llamar a ese chico a sabiendas de que no es a él a quien busco, sino de mí de quien huyo……. el hecho de que, por más que trato, no puedo friquearme internamente de nuevo con la misma facilidad e intensidad que antes, cuando era más joven.

… me siento tan vulnerable al escribir estas palabras, porque sé que dentro de mí, continuamente hay una lucha de voluntades y bajos deseos, y sé que el sexo no es la solución a la soledad… simplemente, no sé qué sea eso que pueda llenar mi interior.

Sí, a veces, lloro sin querer.