una mente sin recuerdos

Así comienza mi historia.

Sin recuerdos.

Por más que trato,

No recuerdo la primera vez que ví neblina en la carretera.

No recuerdo la primera vez que ví burbujas de jabón en el aire.
No recuerdo la primera vez que las seguí con mi vista, mientras caían graciosamente al suelo.

No recuerdo la primera vez que caminé por las calles bajo la llovizna y el aire fresco.

No recuerdo la primera vez que vi el color azul frente a mí.

No recuerdo la primera vez que ví estampado en tinta, el cinturón de Orión.

No recuerdo la primera vez que soñé, y a ciencia cierta, no sé si algún día sueñe con una avalancha de animales.

No recuerdo la primera vez que vi gansos blancos nadando.

No recuerdo la primera vez que el cambio abrupto de altura sobre el nivel del mar, bloqueó mis oídos provocando ese malestar corporal.

No recuerdo la primera vez que puse atención a las placas del carro de adelante.

No recuerdo la primera vez que sonreí.

No recuerdo la primera vez que mi sentido del olfato respiró aire limpio, sin la extrema contaminación de esta Ciudad.

No recuerdo la primera vez que ví la palabra Sur.

No recuerdo la primera vez que mis labios hicieron contacto con el café.

No recuerdo la primera vez que la brisa caliente acarició mi piel.

Pero sí recordaré la primera vez que un día cualquiera sin saber qué hora era, me levanté y decidí retar a la monotonía que hacía añicos mi juventud.
Emprendí el viaje con algunas dudas y ciertos temores de ubicación, y regresé manejando segura, ese camino que ahora resulta tan familiar para mí.

Sí, definitivamente hay resplandores que brillan eternamente.

Epílogo.- Alguna joven de aproximadamente 26 años, que vestía jeans de mezclilla, playera negra y gafas oscuras, entra a algún café ubicado a algunos kilómetros de la caseta de pago, pide un café americano para llevar, paga su precio, lo recibe, siente el aire frío del ambiente, lo siente y le agrada esa sensación, ve las nubes oscuras que aguardan su partida, sabe que la retan, acepta el reto, sube a su automóvil, enciende el motor, coloca el vaso caliente a su lado, checa el retrovisor, mete reversa, ve el asiento del copiloto vacío y sonríe.

La diferencia entre la chica de ayer y la chica de hoy, comienza a revelarse.
Ahora, su mente es nítida.
Y recuerdo claramente, la neblina en la carretera.