Leyenda Urbana.

Un clásico del Derecho Penal apellidado Lombrosso decía que había delincuentes natos que se habían quedado atrás en el proceso evolutivo humano, y que se les podía reconocer fácilmente por sus rasgos físicos que eran primitivos.
Así que según él, bastaba que no se tuviera apariencia aria para tener por asentado que nos encontrábamos ante un criminal.
Teoría fascista que se encuentra totalmente rebasada a la fecha, y que únicamente forma parte de la doctrina penal romana.
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Conocí a Jhony a la edad de 23 años.
Jhony se llamaba Juan realmente, pero todos lo ubicaban como --Jhony.—

Era un chico muy callado, con tatuajes en sus piernas y brazos, que había estudiado únicamente la educación básica, que había tenido serios problemas con las drogas y con el alcohol (y las leyendas urbanas decían que también con –la justicia—pero de ello nunca nadie lo aseveró delante de él), y se encontraba en proceso de desintoxicación; alguna vez escuché que Nunca vencemos a los vicios, sólo aprendemos a controlarlos, pues Jhony aprendía a controlarse cada noche, y le negaba a su cuerpo, lo que éste le pedía, porque estaba convencido de que sólo le acarreaban problemas y de que quería salir adelante.

Ningún “malandra” de la cuadra se metía con él, porque todos lo respetaban.
Y quise comprobar por mí misma que no había estereotipos ni condiciones que sentenciaran nuestro destino.

Comencé a platicar con Jhony, él tan serio, comenzaba a reír, a platicarme de su mundo, de cómo había crecido, de lo que él aspiraba llegar a tener, lo que le gustaba y lo que le desagradaba.
Era un chico como todos, como tú y como yo. Si había oscuros pensamientos dentro de él, a la fecha me he dado cuenta que tenemos las mismas tentaciones y debilidades por nuestra naturaleza imperfecta.

“Me faltó coraje para hurgar en las debilidades de los malvados, porque comprendí que son las mismas debilidades de los santos.”
Umberto Eco.

Un día le pregunté si quería salir conmigo a divertirse sanamente, al cine y a Play City, él asintió y fuimos un sábado a la plaza de Irapuato.
Entramos a Liverpool a ver las motos que siempre habían sido su talón de Aquiles, y mientras yo le decía que “esas no le llegaban a una Ducati 996”, el agente de ventas que siempre se acercaba a hablar de las mil bondades de dicho medio de transporte, simplemente nos barría de arriba abajo, y para que Jhony no se sintiera incómodo, me lo llevé a Play City, creo que duramos cuatro horas metidos de juego en juego, y no nos percatamos de que ya había oscurecido. Salimos, fuimos al cine y regresamos a esta Ciudad.
Cuando bajó a su casa, él me dijo “Me divertí mucho y sin alcohol, espero volver a salir pronto.”, yo me despedí y fue la última vez que lo ví.

Supe que se fue a los United States en busca del sueño americano, que se había enamorado allá de una niña, la cual lo dejó por otro, y por dicho motivo había regresado a las drogas y al alcohol.

Quiero creer que es otra de las leyendas urbanas que giran alrededor de él, que trabaja todos los días en busca de un futuro mejor, que noche a noche libra batallas en contra de sus propios fantasmas, que ha aprendido a controlar sus vicios, y que por esos lugares nadie da por sentado, el hecho de que él es una mala persona sólo por su apariencia física.

Porque comprobé por mí misma, que no hay estereotipos ni condiciones que sentencien fatalmente nuestro destino.