viernes, 27 de marzo de 2009

Princesa Duende.

El dato más conciso que tengo de la primera imagen que recuerdo de mi progenitor, es el tamaño de su barba.
Usaba la barba casi tan grande como la de Fidel Castro.
O al menos, a mí me parecía en ese entonces, que medía enormidades.

Yo tan enana (en ese entonces, en ese entonces, ahora cof cof, soy tan alta como una modelo brasileira cof cof jiji, alábate burro dice el dicho) alzaba mi vista y lo primero que captaba era el cúmulo de pelos sobre y bajo su quijada.

Un día, al despertar fui hacia su encuentro y lo vi totalmente rasurado…
Es una imagen que me cayó como balde de agua fría.
Porque cambiaba drásticamente los rasgos faciales de él, y no consideraba que aquel hombre fuera mi papufo.

Supongo que él vio mi expectación y mi gesto boquiabierto, porque me dijo: “Quieres saber un secreto?”, yo asentí y me dijo, “Ven, siéntate aquí conmigo, Sabes? Hay duendes en esta casa, anoche mientras dormía sentí que me jalaban, y ví a los duendes quitando mis barbas y llevándoselas consigo, corrí tras ellos, pero ya fue imposible alcanzarlos y ahora quedé así.”.

Si tenía ojos enormes de la expectación al verlo “rasurado”, los abrí todavía más al saber que había gentecilla habitando mi casa….. así que me dí a la tarea de buscarlos para exigirles que me devolvieran la barba de mi papufo.

Ni Sherlock Holmes inició una búsqueda tan intrépida como la mía, inicié tareas de pesquisa por cada rincón habido y por haber en esa casa llena de posibles escondites para duendes.

Encontré enterrado en los jardines todo tipo de cachivaches, monedas viejas, corcholatas, envolturas de dulces, fierros oxidados…. Arranqué pasto, escarbé tierra…. Estaba segura que había un pasadizo secreto que me condujera al mundo de los duendes, pero parecía que ellos eran más listos que yo y no dejaban rastro alguno de su lugar de procedencia.

Y entonces, sucedió.

De repente tuve la visión.
Claro!!
Ahí estaban todo este tiempo!!
Tonta yo que quería encontrar seres mágicos en un mundo real.

Los duendes se vuelven invisibles, y por eso mi papufo no los había visto acercarse a él… y por eso yo no lograba encontrarlos por ningún lado!!

Voilá!
Caso casi resuelto.

Lo que seguía ahora, era ubicarlos.
Así que pasaba largos períodos de tiempo viendo hacia la nada, cualquier lugar era ideal para localizarlos…
Y como pasaron largos días sin que me dieran muestras de vida, decidí dejarles ver que yo sabía “su secreto.”

Así que comencé a hablarles en silencio.
Miraba hacia la nada, y en mi mente les decía: “Sé que están ahí”.

Nada.
Y yo pensaba únicamente para mí, sin que me oyeran ellos (asegún yo) “Mmm, tarde o temprano, me van a hablar, los duendes son gente educada y amigable.” (A esas alturas yo ya había olvidado el incidente de su acto delictivo hurta-barbas y sólo me interesaba encontrarlos).

Y entonces, aconteció lo inesperado.

Descubrí su invisibilidad.
Y podía escucharlos hablar… montones de duendes por aquí y allá!
Me quedé boquiabierta, y su algarabía se paró en seco al darse cuenta que una pequeña niña había encontrado la manera de ubicarlos.
Había logrado entrar a un mundo mágico sin precedentes…

Les dije en su idioma: “No tengan miedo, no diré su secreto a nadie, yo quiero ser su amiga …. ¿podrían invitarme a convivir con ustedes?”

Ellos sonrieron y me aceptaron.
Me dijeron sus reglas de convivencia, y me hicieron parte de su mundo… Me volví su princesa, y yo tan solitaria, tenía sobre mis hombros la enorme responsabilidad de cuidar por el buen camino de mis duendes.

Todos los demás creían que yo reía y hablaba sola, pero no sabían que tenía más compañía que nadie más en el mundo…..

Pero, como todo cuento de princesas….. hay limitaciones para ser una princesa duende…

El 12 de febrero de 1992, llegó Tico, mi duende favorito para decirme tristemente: “Hoy ya no puedes más ser parte de nosotros jessie, hoy tu edad deja de tener un solo dígito y ya no eres más una niña, sino que te has convertido en adulta…. Sólo los niños creen en la magia mi querida jessie, tú estás creciendo, y poco a poco te olvidarás de nosotros, dejarás de querer jugar a las escondidas conmigo por irte a fiestas de adultos y conocer niños reales, y nosotros moriremos de tristeza al sabernos desplazados de tu corazón…. No llores mi hermosa princesa, que tu dolor es mi dolor, y tus lágrimas estremecen mi corazón….. Nunca te olvidaremos….. Crece jess… Crece…”.

Lloré como pocas veces lo he hecho en mi vida.
Los llamé una y otra, y otra vez… y nada.
Iba a nuestros lugares favoritos, y nada.
Les dejaba galletas y no aparecían….

Y entendí que ya no era más una princesa.

Aún al día de hoy, sé que les gusta descansar en aquellos lugares que nadie a simple vista podría imaginar; sé que ríen y hacen cosquillas en las costillas, sé que te abrazan cuando te sientes solo, sé que te cuidan en las horas peligrosas, y que te defienden de la maldad del mundo….. sé que te roban la barba, pero en contraprestación, te dan infinidad de sonrisas y compañías placenteras, te susurran secretos y te muestran los tesoros de esta vida.

Sé que ayudan a conocerte mejor y que te muestran la magia existente en el Universo.

“No somos polvo, sino magia.”

La magia que me rodea, surgió de ellos, y sé que no perecerá ni aún cuando yo exhale mi último aliento, al contrario, me seguirá acompañando en mis siguientes vidas.

Nunca he dejado su recuerdo de lado.
Creían que con el paso del tiempo los olvidaría, pero aún sigo teniendo presente cuáles actos estaban prohibidos para poder convivir en armonía.
Y por ninguna razón, cometo infracciones de sus códigos de convivencia.
Porque su dolor, es mi dolor....
y su alegría es fuente de la mía.

Porque en esta vida, el honor más grande que me ha sido conferido, fue el de haber sido una Princesa Duende.

las computadoras y el jarocho

Jefe: ¿Por qué no me imprimes lo que te pedí?
Jess: Es que esta porquería no quiere imprimir….
Jefe: Cómo que no quiere imprimir!! Si una computadora hace lo que tú le dices que haga!
Jess: …. El problema es que no hablamos el mismo idioma.

Odio las computadoras.
Y ellas, me odian a mí.

Recuerdo que en secundaria fue nuestro primer encuentro cercando cuando comencé a llevar la clase de computación, y estudiábamos el programa o como se llame eso, de MS-DOS… el cual, si no me equivoco era una pantalla negra donde unos signos tipo >>/ y el cursor por delante, significaban que debías escribir la orden para que hiciera lo que pedías….

Y nuestras charlas eran más o menos así.
Jess.- ctrl./edit/fs
Máquina tonta.- Brrrrrrrrrrrr. Nada.
Jess.- Chinga! De nuevo, a ver. Ctrl./begin/work
Máquina torrrpe.- Brrrrrrrrrr. Nada.
Jess.- Pffffff!! Profesooooor!!! Esta cosa anda chafeando.

Y tres años después, ante una necesidad tecnológica que comenzaba a derrumbar el mercado Olivetti, entré a clases particulares de computación.

Donde obviamente, no aprendí nada.

Pero me gustaba ir porque había un chico muy guapo llamado Mario.
Era un chico alto, moreno claro, pelo negro siempre relamido hacia atrás, con una espalda increíblemente sexy, porque aunque era delgado, su complexión masculina era muy excitante…..

Y como casi nunca pasa, a mí me gustaba él, pero yo le gustaba a otro.
Del otro ni siquiera recuerdo el nombre, sólo sé que le decían “el jarocho”, porque era originario de Veracruz, naaa! Cómo se les fue a ocurrir ese apodo caray!

Total que para no hacerla de emoción, “el jarocho” empezó a acercarse a mí en los ratos libres…. Me pidió mi teléfono y como en ese entonces no había celulares, le di el de mi casa. No sabía lo que había hecho……

Un domingo cualquiera.
Ring ring!!
Jess.- aló, aló?
Jar.- Qué onda jess, cómo estás.
Jess.- amh, ah pues… bien, bien gracias.
Jar.- ah oye mira es que te hablo porque pues quería invitarte a salir.
Jess.- amh, ahorita?
Jar.- Sí!
Jess.- Amh…. Es que, es que no sé si me den permiso de salir.
Jar.- Oye es que vamos al circo no?
Jess.- o_O
PAUSA.
Yo no sé ustedes, pero….. si él tenía 22 y yo 17…. Cómo diantres me invitaba al circo!!
Jess.- Esteeeee, mejor luego no? Es que, los domingos voy a visitar a mi papá y pues ya tengo que irme.
Jar.- bueno, okay, será para la otra.

Otra ocasión.
Ring, ring!
Jess.- ¿Sí bueno?
Jar.- hey hola jess!
Jess.- amh hola….
Jar.- Oye, hablé porque quería ver a qué hora vas a llegar a la clase.
Jess.- amh pues no sé si vaya a ir hoy porque estoy algo enferma, de hecho me enfermé en la prepa y tuve que salirme de clases para regresar a mi casa.
Jar.- Sí, sí te ví en la calle cuando ibas a tu casa.
Jess.- o_O mmm, no, yo no te vi a ti….
Jar.- Vives ahí por Gigante no?
Jess.- (la prepa quedaba como a 8 cuadras y siempre me iba y venía caminando) amh…. Sí… sí por aquí vivo…. (y pensaba, “Este morro me espía!!”)…. Amh, oye me empecé a sentir mal otra vez…. Te veo mañana en la clase, bay!

La última vez que intentó acercarse a mí, fue afuera del edificio donde asistíamos a clases, y aún al día de hoy, siento tremendo cargo de consciencia al recordar lo mal plan que me porté con él…..
Y no me bastó humillarlo en su naturaleza masculina, sino que lo humillé públicamente…

Por algo me pasan las cosas que me pasan actualmente.
Todo se regresa en esta vida caray!

Y así como yo traté al jarocho, así me tratan las computadoras a mí.
=P

lunes, 16 de marzo de 2009

El arte de la derrota

"El arte de vencer se aprende en las derrotas."
Simón Bolívar.

No sé ni cómo comenzar a escribir.
Me invade un sentimiento que jamás en la vida había conocido.

Como ser imperfecto, he tenido varias derrotas….

En primaria, el poema que le compuse a mi Patria el día de la bandera no fue el ganador.

En secundaria, la poesía que declamé no obtuvo el primer lugar de clases.

En preparatoria, ni siquiera recuerdo haber concursado en algo.

En universidad, reconozco con todo mi ego por delante, que siempre anhelé ser el primer lugar de generación y hacerme merecedora de la medalla que el rector le entrega al alumno más destacado académicamente hablando; pero no lo logré, me faltó 0.1 décima de punto.

A esas derrotas, pueden sumársele muchas, muchas más….

Penales fallados debido a mis piernas chuecas;
Juegos de destreza perdidos por falta de concentración;
Millones de pesos perdidos por falta de suerte en el melate;
Retiradas en el campo del amor por no tener nada más que ofrecer;
Exámenes reprobados por falta de estudio;

Apuestas perdidas, términos fatales, gotas que derraman el vaso, palabras mal empleadas, no sé…. De todo un poco.

Pero hoy me siento especialmente destruída.

El poco o mucho autoestima que tengo nace de mi calidad de profesionista, el pecado capital de la soberbia generalmente me ataca cuando se habla de –la abogacía--.
Toda mi vida la he dedicado, en su mayor parte, al estudio, a intentar sobresalir en una ciudad, que si bien no es una gran metrópoli llena de corporativos y firmas importantes a nivel internacional, sí es una ciudad que pone constantemente a prueba mi capacidad.

Hoy, con un nudo en la garganta, y un silencio imposible de contener, me doy cuenta que perdí.

Y perdí por varias razones.

Era un asunto de carácter federal que exigía de mí todo lo aprendido durante siete años y medio de práctica profesional; todo lo que aprendí en universidad y posgrado; todo lo que me fogueó en tribunales locales desde el 2004; todo lo leído, subrayado, releído, interpretado…. Chingada madre! Todo, era todo.

Siguiendo la línea de acción, asumiendo los consejos de mi jefe, hice todo lo que pude, logré obtener confesiones expresas, deshice testigos como nunca en mi vida, y sólo el Creador sabe que salí extasiada, llorando del frenesí y diciendo entre dientes: LO LOGRÉ! LO LOGRÉ!
Gané el respeto del Secretario de la mesa que le tocó conocer del asunto, el mismo que en un principio me ninguneaba al suponer mi edad y experiencia.

Una sentencia a favor.

Y en lo más fácil, se me va la cereza del pastel.
En el mínimo detalle… estoy cabizbaja, sin poder ver a los ojos al jefe.
Aquí no hay exámenes extraordinarios, no hay nuevas oportunidades, no hay premios de consolación, ni palabras de ánimo o aliento…. Sólo un brutal silencio que devora mi interior.

Había sufrido ya tantas derrotas antaño, cuando claramente yo me consideraba mejor, que pensaba que la vida me pagaría con creces los triunfos robados, pero me equivoqué.

Hoy escribo así, con un papel en mi mano, el código en la otra, un expediente enorme deshecho en el escritorio, una expresión inexpresiva,

con mi interior hecho añicos como nunca, simplemente derrotado.

martes, 10 de marzo de 2009

El significado de la vida

Pero no siempre fue así.
Todos y cada uno de mis recuerdos de mi primera infancia, están ligados íntimamente a entes vivos pertenecientes al reino animal.
Crecí dentro de un ecosistema sui generis.

Mi primer mascota fue un pollo.
Se llamaba Pintito.
Porque era bicolor.
El señor del mercado vendía tres pollos por mil viejos (y no tan devaluados) pesos.
Yo ahorraba mis doscientos viejos pesos que mis papás me daban de domingo, y todos los días iba hacia ese lugar lleno de tantos y tantos pollos, únicamente para asegurarme que todavía no compraban a pintito (el cual obviamente no fue el que vi en un inicio porque había infinidad de pollos parecidos, pero eso lo capto hasta ahora, en esa época yo estaba segura que era él, y que nos pertenecíamos mutuamente).
Cuando el gran día llegó, corrí por Pintito, Negrita y otro que no recuerdo.
Y poco a poco, el corral trasero de la casa comenzó a llenarse de pollos que crecieron hasta convertirse en gallinas.
En un inicio, todos dormían en el viejo mesabanco destartalado donde ardilla y yo hacíamos nuestras tareas de kinder, cuando sus proporciones aumentaron, abandonaron el pupitre y se fueron a pastar al jardín trasero.
Todos los días teníamos huevos cien por ciento hechos en México.
Mi mamá nos obligaba a desayunar un calcetose mezclado con un plátano y un huevo de nuestras gallinas, para crecer “sanos y fuertes”, aunque yo moría del asco al llevarme eso a la boca y apretaba mi nariz para no oler esa mezcla energética.

Moría de la risa al ver salir el huevo de la cola de la gallina.
Para lograr eso, debía esta yo en cunclillas para estar a la altura de las gallinas, y estar toda la tarde esperando que se dignaran ponerse en acción las muy flojas!
Pero cuando veía asomarse al huevo, mi paciente espera había valido la pena.. Jugaba a quitárselo antes de que me lanzara picotazos, y podía sentirlo caliente dentro de mis manos. Aprendí a valorar más los huevos cafés que los blancos, porque sabían mejor.

Pausa.
Alguna vez en bachillerato en clase de Derecho Civil II, le pregunté a mi profesora: “Si una gallina que le pertenece a un vecino, se salta la barda, entra a mi jardín, empolla y tiene pollitos, ¿Quién es el dueño de los pollitos, mi vecino o yo?”. Todos se rieron de mí… hasta la maestra… pero no respondió mi duda la muy grosera.
“¿De dónde sacas esos casos raros?” se limitó a contestarme, mientras yo volteaba con los carrilleros del salón a decirles bien enojada: “Quiero escuchar sus opiniones llenas de sabiduría al respecto bola de nefastos”…. Jaja, ahora me da risa recordarlo.
Regresemos a mis orígenes.

Después de eso, mi abuelita paterna qepd nos regaló un verdín (pájaro que nace de la unión entre un gorrión y un canario), era bicolor, negro y amarillo, y tenía un copete hermoso partido en dos, cantaba como los mismos ángeles………. sobre todo en primavera. Adoraba comer la lechuga orejona, movía sus alas emocionado al ver que las hojas frescas atravesaban su jaula.
Se llamaba Copetín.
Adoraba el jardín, y yo adoraba verlo colgado en las alturas, y cantando mucho más bonito que los demás pájaros silvestres (torcacitas y urracas) que nomás hacían ruidos chafas al posarse en las copas de los árboles de mi jardín.
Copetín necesitaba compañía, y compramos una pareja de canarios: Blanquita y Collarín.
Diferenciábamos al macho de la hembra, por la mancha negra en el cuello de collarín.

Y a ellos se les unió un jilguero (propiedad de ardilla) y un cenzontle (de mi propiedad), su nombre era Cenzontlillo, y aunque en un inicio era un pájaro mudo, en cuanto descubrió su canto, no había quien lo detuviera.

Posteriormente, una noche mi papufo llegó con un guajolote!! Un cliente se lo había dado como pago de sus servicios…. Pero él sí era de temer!! Siempre estaba amarrado de una pata y su gorgojeo no me llamaba en lo más mínimo la atención. Así que él no tuvo nombre, era simplemente guajolote.

Y entonces, llegó Firulais.
Firualis fue un regalo de cumpleaños de ardilla.
Era de color negro.
Y aprendió a alimentarse en biberón.
Sólo así tomaba leche.
Pobre Firulais, mi papá lo odiaba porque estaba enorme.
Y balaba a cada rato.
A mí me gustaba dormirme en la tierra con él, porque estaba calientito.

Sucedió un fenómeno muy raro con él.
Porque al convivir entre pura gallina, comenzó a creerse una de ellas, y cuando el sol comenzaba a meterse, Firulais se trepaba a las ramas de los tules… Nunca entendí cómo no se cayó, si pesaba tanto.
Era un chivo que se creía gallina.


Esos eran los animales que podían domesticarse.
Faltaban los otros.
Los que nacieron en libertad, y así debían morir.
Era un mandato de la madre naturaleza, Ella tan sabia me enseñó sus reglas en el transcurso de mi infancia…

Descubrí que los saltamontes mueren si se les deja amarrados, y era mejor soltarlos.
Descubrí que las catarinas generalmente se esconden entre las flores coloridas.
Descubrí que los colibríes tienen nidos especiales, en forma de cono.
Descubrí que las babosas dejan su concha de caracol para andar más a prisa, y que no importa que uno les esconda su casa, siempre llegan a ella.
Descubrí que los ciempiés son extremadamente gordos y dan asco.
Descubrí que las arañas patonas son inofensivas.
Descubrí que los tlacuaches cargan a sus crías en la espalda.
Descubrí que las golondrinas llegan cada primavera al mismo nido, para luego emigrar en el otoño.
Descubrí que no debía tocar a los gusanos quemadores, a los que posteriormente ardilla y yo llamábamos “gusanos Jaime Palillo” (como el niño de “carrusel”).
Descubrí que los alacranes caminan hacia atrás y prefieren tener sus nidos entre la madera.
Descubrí que cuando un animal extraño que me diera miedo se acercara a mí, simplemente me quedara quieta en lo que se alejaba y no me haría daño.

Descubrí que el mundo animal y vegetal conviven tranquilamente y en armonía, como si supieran perfectamente cuál es su rol en el ciclo de la vida.

Fue así como muy pequeña descubrí el significado de la vida, a través de la vida misma.

jueves, 5 de marzo de 2009

Ushcale

Ushcale llegó a mi vida un 12 de Febrero de 2005.
De la manera más extraña posible.
Llegó adentro de un recipiente de plástico con un estampado azul que decía “Corona”.
Mis ojos estaban cubiertos y cuando los abrí y lo ví, no pude dejar de hacer todo tipo de muecas como diciendo ¿Y eso qué es?.
Pero quien me lo obsequió me dijo: “Te regalo algo vivo, como nuestra –amistad--, cuidándolo a él, también cuidarás el lazo que nos une a ti y a mí.”.

Me dieron ganas de patearlo la verdad, porque duré dos meses enteros hablando de una pulsera de fantasía que me había encantado, y tomando en consideración que yo le había regalado en su cumpleaños un cd de súper colección que localicé después de dos meses de ardua búsqueda en la ciudad capital, y del cual él se quejaba amargamente de no tener en su repertorio; estúpidamente pensé que él también me regalaría algo que sabía yo quería.
Máxime cuando sabía que a mí únicamente me gustaba ver animales en el zoológico o en casas ajenas.

Y aparte de todo, tuve que gastar en una pecera y en piedras y palmeras falsas para que Ushcale tuviera mínimo un buen ambiente donde dar vueltas y echar burbujas a la superficie.

Lo coloqué en la cabecera de mi cama, y realmente yo no sabía qué hacer con él.
¿Esperar a que muriera? ¿Freírlo y comerme un taco de pez beta? ¿Enseñarlo a hacer gracias para venderlo como un pez cirquero? ¿Platicarle como si fuera mi mejor amiga? ¿Tapar la pecera con una toalla mientras me encontraba desnuda?

La verdad es que él me veía y yo lo veía a él a través del cristal, y debido a mi pobre corazón de pollo que poseo, me fui encariñando con él, solía hablarle llegando del trabajo y estúpidamente esperaba alguna respuesta, y yo que odio ser cursi, realmente pensaba que cuidando a Ushcale, paralelamente mejoraba mi –amistad— con ese chico.

Alguna vez pisteando con mi mejor amigo, lo bajamos para convidarle a Ushcale de nuestro brandy, le agregamos a su agua unas gotas de alcohol, y duró como tres días comportándose de manera extraña, pero sobrevivió.

Prueba superada.
Ese pez sí que era una mascota que le entraba al desmadre.
Y me sentía orgullosa de él. Cof cof.

Un día bajé al sanitario a cambiarle el agua, y como todos los que han tenido un pez saben, hay que atraparlo con la red primero, ponerlo por mientras en un lugar aparte en lo que se tira el agua sucia, se lavan los diversos accesorios de la pecera y se vuelve a llenar de agua cristalina, para finalmente volverlo a colocar en su lugar de pertenencia.

Ushcale comenzó a moverse de un lado a otro, y no se dejaba atrapar por la red, tuve que hacer mil trastupijes en el lavamanos para allegarme de mil y un recipientes e ingredientes para llevar a cabo dicha faena, y cuando acordé Ushcale saltó hacia el abismo…. Prefirió irse al drenaje antes que dejarse atrapar.

Yo me quedé perpleja.

Por varias cosas,

01.- Realmente era un pez artista que saltaba…. Se me fue al drenaje mi oportunidad de estar ahorita escribiendo en una lap Vaio dentro de un pent house con vista al mar y degustando vino tinto con uvas y queso, y varios nenes mega sabrosos dándome masaje y besos varios.
02.- Mi única amistad nocturna me abandonó y ahora quizás escuche historias de desagüe de ratas de alcantarilla.
03.- Ahí se iba el lazo de –amistad— entre ese chico y yo.

Tuve que inventarme una historia de que había fallecido de la nada, amanecido inerte panza pa’rriba y ponerme vaporrub en los ojos para llorar y evitar cualquier reclamo hacia mi falta de dedicación y cuidado por el “símbolo viviente que me unía a él”.

Aún al día de hoy, extraño llegar a casa por las noches, saltar hacia mi cama, ver a través del cristal esas hermosas aletas color tornasol, reírme como tonta y ponerme a parlar con quien ha sido hasta la fecha, mi mejor y más íntimo escucha.

Este post va dedicado para ti, mi querido Ushcale.

domingo, 1 de marzo de 2009

Todavía queda gente buena.

(Corregido Gracias a Pez por la observación) jiji =P

Cuando entré a la Universidad, llevé una clase llamada “Inducción a la Universidad” que era el equivalente a Ética, y que era la clase barco que todos odiábamos porque a esas alturas de la vida, “árbol que crece torcido….”.

Un día, el profesor quien curiosamente fue mi maestro de Matemáticas en tercer grado de secundaria, nos encargó leer un artículo de la revista Selecciones llamado “Todavía queda gente buena”, del cual no recuerdo el contenido, sólo el título.

Creo que la vida te pone a prueba en cada instante.
De eso no me cabe la menor duda.
Porque si eres fiel a tus principios en lo menos, seguramente también lo serás en lo más.

El viernes me encargaron ir a comprar pan por la tarde, mientras yo estaba con mi charola y mis tenazas haciendo uso de mis conocimientos paneros, escuché que una trabajadora le preguntaba a otra: “¿Cuánto es lo que te pagan por día como vendedora?” a lo que respondió la persona B: “103.50” (que queeeeeeé??!!! Que me digan dónde pongo mi solicitud de empleo!!” si no me equivoco eso es como dos salarios mínimos por sólo 8 horas de meter pan a la bolsa y cobrar!!).

Cuando me formé para pagar, pagué con un billete de 500 devaluados pesos, y debía regresarme 330 devaluados pesos de cambio la señorita de caja.

Yo ví que tomó 30 devaluados pesos con monedas de a 05 devaluados pesos, y dos billetes de 200 devaluados pesos.

No puedo negar que lo primero que pensé fue: “Ahhhh cómo supo que ando juntando lana para pagar mi tarjeta que se vence mañana, de ahí va a salir.”, pero extrañamente, los segundos en los que la vida pone a prueba para saber si en el mundo todavía queda gente buena, suelen transcurrir en cámara lenta, como para darle a uno chance de pensar bien lo que va a hacer.

Como la panadería no iba a perder su lana por las malas matemáticas de la vendedora, seguramente ese día iba a salir pagándolo ella con su salario, mientras que yo me iba a echar al bolsillo cien devaluados pesos extras.

Así que antes de siquiera tomar el billete, dije: “Me está dando cien (devaluados) pesos de más señorita.”; ella dijo “Ahhh de verdad, aquí está bien su cambio.”.

Y me fui.

Por una parte no me llegó un premio material a mi obra buena, porque ando como con 27 devaluados pesos en la bolsa y con el tanque de gaso como a 1/4 de lleno, y me pagan hasta el viernes.

Pero, por otra parte, le demostré a la vida que mis principios valen mucho más que 100 devaluados pesos!

Digo, si me van a poner a prueba, que sea con una cantidad menos pinche y devaluada!! jaja.

Lindo inicio de semana!!