Mi abuelo y yo

“Abuelito dime tú, lo que dice
el viento en su canción.
Abuelito dime tú,
por qué llovió, por qué nevó.”
La inmortal niña de las colinas.


Mi abuelo materno nació en el año de 1929.

Llegó a este mundo en un momento histórico donde muchos pusieron fin a su vida por propia cuenta.

Llegó cuando la situación socio-económica mundial parecía no tener futuro, y eso que la humanidad estaba a muchos años de conocer la palabra “globalización”.

Creció en una familia pobre donde se alimentaba a base de frijol, chile y tortillas, y dicha alimentación lo hizo un hombre fuerte y saludable. (Se me antojó un taco de frijoles con chile chinga!, ay qué rico mmm yomi yomi).

Creció con lo estrictamente necesario.

Y por lo tanto, aprendió dicha escuela.

Al día de hoy no desperdicia nada, come todo lo que hay en su plato, no conoce reglas sociales de “dejar un poco de la comida en el plato por educación”.

Siempre ha defendido la idea de que “El que no trabaje, que no coma.”.

Le ha costado mucho aceptar que el día de hoy, la mujer juega un papel importante en la economía, ya que como todo buen hombre hecho a la antigua, cree que el papel de la mujer es cuidar la casa y educar a los hijos.


Aunque nació en esta Ciudad, pasó su infancia en Ciudad Madero y Tampico, y por azares del destino, regresó a esta Ciudad cuando el Gobierno Federal anunció la creación de una nueva refinería.

La refinería “Ingeniero Antonio M. Amor” fue el sueño dorado de muchos, más que el sueño americano, era la idea de un buen trabajo con el cual poder salir adelante, la idea de pertenecer a una empresa paraestatal y aportar el grano de arena para obtener los diversos productos y beneficios de la destilación del “oro negro”… era la idea de luchar por un futuro prolífico para México….

Oh sí, era mucho más que el sueño americano.

Era el sueño de mi abuelo.

Y de muchos otros.

Y benditos sean nuestros ascendientes que lucharon por este presente… aunque dudo mucho que sea lo que ellos vislumbraron.


Mi abuelo siempre fue un hombre serio.

Cuando yo era niña, tenía cierto miedo de acercarme a él, creía que me regañaría por jugar en su tierra y desacomodar sus bultos de arena.

Pero en mi infancia, descubrí que era un hombre increíblemente culto y sabio.
Él sin estudios universitarios, aprendió de “los ingenieros”, de los que sabían, y posteriormente, él enseñaba a los demás obreros.

Nunca tomó una gota de alcohol, ni fumó un solo cigarro, porque ahorraba arduamente para enviar a sus hijos a las mejores escuelas privadas.

Estaba convencido de que quería que tuvieran su título de ingenieros o doctores.

Sí, es cierto que deseamos que nuestros descendientes sean lo que nosotros no pudimos llegar a ser.
…. Pobre Maximiliano, no sabe la que le espera =P

Mi abuelo no gastaba en cortes de carne, pero siempre compraba costales de frijol y jitomate, y frascos de miel para nutrir a sus siete hijos.

Toda la ropa se reciclaba de los mayores a los menores.

Y aunque usted no lo crea, de un salario de obrero, sus hijos estudiaron universidad con los Tecos y en la Regiomontana.

Siempre que iba a ser día de Reyes, llegábamos corriendo todos los nietos junto a nuestro abuelo, y le decíamos “Abuelitooooo, mañana llegan los reyes!!”, y él contestaba secamente: “Sí, pídanles una pala, un pico y una carretilla para que se pongan a trabajar desde ahorita.”, al principio todos salíamos ahuyentados de esa respuesta, pero los años subsecuentes sonreíamos, y optábamos por no tocar el tema.

Pero a él siempre le gustaron los niños.

Un hombre de fé, sabía que las Escrituras bendecían a los niños, porque “hay de aquél que atente contra la inocencia de un niño”.
Y desde que tengo uso de razón, él siempre compraba bolsas de dulces para repartir entre los niños pobres de la cuadra.

El mejor momento abuelo-nietos era cuando de repente, uno de nosotros llegaba y le preguntaba:

“Abuelito, ¿la luna está muy lejos de la tierra?”

“¿Por qué cae granizo del cielo?”

“¿Por qué aquí no cae nieve?”

“¿Por qué no siempre sale el arcoiris?”

“¿Existen los extraterrestres?”

“Si comienzo a cavar en el patio, ¿voy a encontrar petróleo?”

“Si continúo cavando, ¿llego a China?”

Él siempre tenía la respuesta para todo, y yo tenía tantas preguntas.

Ya no es ese gran roble que fue hace algunos años.
Aunque sigo admirando su entereza.
Y yo ya no soy esa niña que comenzaba a descubrir el mundo.
Aunque aún me faltan mil respuestas por encontrar.

Pero sigue siendo mi abuelo.

El hombre más sabio y culto que yo haya conocido.

Nació en el año de 1929, cuando el mundo atravesaba una crisis económica que se recordará a la posteridad.

Le gustaba ver actuar a Clark Gable.

Se divertía jugando billar.

Siempre cuidó el corte de su pelo.

No malgastó un solo centavo de su salario.

Comparaba las educaciones de los diferentes países, poniendo especial énfasis a la oriental.

Contestaba las dudas de sus nietos.

Desaprobaba los excesos.

Regalaba dulces a los niños.

Creyó en echar andar un México prolífico.



Y yo sigo creyendo en ese sueño.
... creo que es porque lo llevo en la sangre.