El amor a los 27's. Segunda Época.

Nota: Para quien no tenga nada que ver con el Derecho, la introducción de esta entrada va dirigida a cualquier persona, cada palabra está elegida de manera razonada, así que si alguno de los términos empleados no es entendible a primera vista, no se preocupen, porque enseguida viene una muy digerible explicación.

En caso de sentir especial animadversión o aburrimiento hacia dicha rama, puede saltarse los primeros cinco párrafos de la introducción (o si se gusta, la introducción misma) e ir directamente al desarrollo.


Introducción.

En el sistema jurídico mexicano existen fuentes de derecho, es decir, aquello de donde surge o emana el conjunto de normas que regulan la conducta del individuo dentro de la sociedad.

Entre esas fuentes, encontramos la ley, los tratados internacionales, la jurisprudencia, las costumbres y los usos, y la doctrina (opiniones de los diversos autores de Derecho).

La jurisprudencia es la interpretación que los máximos Tribunales del país dan al texto de los diversos códigos, leyes o reglamentos que regulan los diversos actos de las personas que forman parte del Estado.

La jurisprudencia se divide en épocas. Actualmente, vamos en la novena época. Y hasta antes de la quinta época, la jurisprudencia es meramente histórica y no tiene aplicación obligatoria, es decir, no es fuente de derecho. Así, únicamente la jurisprudencia de la quinta, sexta, séptima, octava y novena época, son empleadas como fuente de derecho.

Un profesor mío, sostiene la teoría de que surge una nueva época, cada vez que hay una reforma constitucional trascendental.

Como no ha habido ninguna otra opinión al respecto, creeré que así como la historia se divide de la pre-historia, por el descubrimiento de la escritura, dando inicio a la Edad Antigua, quien a su vez termina con la caída del Imperio Romano de Occidente, para surgir la Edad Media, y así sucesivamente hasta la época actual, es cierto que siempre hay un acontecimiento histórico que divide nuestras vidas en diferentes etapas o épocas.

Escribiré acerca del acontecimiento que marcó mi vida por primera ocasión acerca de mi percepción de ese sentimiento indefinible del que tanto filósofos, poetas, religiosos, músicos y locos han tratado de explicar, surgiendo así, mi segunda época del amor.


Desarrollo.

Hasta antes de hoy, el amor era para mí aquel sentimiento que te hacía sonreír de la nada, hablar solo mientras caminabas en las calles, abrazarte a ti mismo mientras creías que eran los brazos de alguien más quienes te poseían en ese momento.

Aquella sensación inexplicable por virtud de la cual hacemos cosas tontas y damos lo mejor de nosotros para mostrarle a la otra persona qué tan importante y valiosa es en nuestro mundo.

Esas miradas rodeadas de complicidad que sólo los enamorados lograban descifrar y entender a la perfección.

Hasta antes de hoy, creía que podíamos amar a alguien como pareja sin sexo de por medio; hoy ya no.

Hoy a mis 27 años, puedo ver de una manera diferente lo que es el amor.

Y es debido a que no me encuentro enamorada y estoy libre de cualquier elemento subjetivo que pudiera cegarme o exagerar drástica e impulsivamente lo que es dicho sentimiento.

Acabo de ver la película “The reader” protagonizada maravillosamente por Kate Winslet, definitivamente, bien ganado el Oscar sobre Angelina.

El amor se vuelve de repente, en el entendimiento de un ser a otro, la imprecisión de las palabras para abarcar la intensidad, y por tanto, se hace necesario aquel acto carnal en donde no sólo desnudamos el cuerpo, sino también el alma.

Desafortunadamente, en ninguna de mis entregas carnales, he entregado mi alma.

Es demasiado fácil desabrochar la blusa o los jeans, quizás vergonzoso o incómodo en un inicio, pero protocolario conforme uno va adquiriendo práctica.

Pero es tan difícil ver los ojos de la otra persona mientras uno se vuelve preso del frenesí y el placer.

Porque no basta con exclamar, susurrar, gemir, gritar, acariciar, rasguñar o sostener fuertemente a la otra persona para hacerle saber lo que estamos sintiendo, hace falta hacerle entender complementariamente lo que sucede en nuestro interior.
Y creo que la puerta directa hacia nuestra alma, son nuestros ojos.

Puede ser que uno se exponga demasiado al demostrar igualmente demasiado, pero creo que es la única forma en que valdría la pena, ya que “el amor es eterno mientras dura”.

¿O vale la pena restringir nuestra capacidad de amar por miedo a no ser correspondidos en igual medida?

Yo creo que no. Porque llega un momento en el que no nos enamoramos de aquellos que no nos corresponden.

Quien diga lo contrario, miente, y está únicamente encaprichado u obstinado.

A partir de hoy, sé que la siguiente vez que me enamore será diferente.
… y le pediré que me lea algún clásico antes de hacer el amor.


Conclusión.

Todos amamos de una manera diferente. Incluso nosotros mismos amamos de maneras diferentes conforme va transcurriendo el tiempo, conforme van surgiendo etapas o épocas en nuestras vidas.

Nadie puede saber quien tenía o no razón en sus maneras de demostrar el amor.
Porque todas las maneras son completamente válidas.

Y no hay un único amor verdadero en este mundo.
Eso sería tan estúpido como decir que las personas no cambiamos de parecer en base a lo que vamos aprendiendo, o conforme nuestras necesidades se van reajustando.

Lo que es indispensable, es saber que la única fuente del amor, somos nosotros mismos.

Y no hablo de un amor cursi o empalagoso como muchos pretenden hacer ver, sino como un amor inteligente y acucioso.

Ése, que nos hace entregar no sólo nuestro cuerpo, sino también lo que hay en nuestro interior,

Ése, que una vez consumado, deviene en una explosión sideral.




Epílogo.- Y habrían de pasar algunos años más, antes de que llegara la Tercera Época del amor.