Minimizar

Cuando iba en preparatoria y la Internet comenzaba a ser ese boom cultural que actualmente es, debía hacer una tarea donde buscara información de no recuerdo qué tema.

Acudí al veintiúnico café Internet que había en esta ciudad, a esperar turno para investigar sobre el tema.

Una vez frente a la computadora y con todo mi (desde entonces) fatal miedo hacia lo desconocido y tecnológico, le pregunté al dueño del cyber la manera de buscar información.

Él tecleó algo, me preguntó el tema, dio más clics, y frente a mí, en el monitor apareció una página enorme con todo lo que yo quería.

Él me dijo que si quería copiar información en un “disco de tres y media”, chíngale, yo no tenía ni idea de lo que era copiar y pegar, mucho menos lo que era eso, así que sonreí tímida y rancherotamente, le dije “Gracias, pero traigo mi cuaderno para transcribir” (dos horas escribiendo y pagando dos horas de servicio, cuando pude haberlo hecho en cinco minutos!! Malhaya sea mi suerte!).

Así pues, me quedé sola con mi link.
Y comencé a escribir.

Y cuando llegué al final de lo visible, tuve qué preguntar nuevamente al encargado la manera de “bajar la página” con las flechitas del teclado. Pffffff.
Y entonces sucedió…..

No sé cómo, pero moví el ratón, dándole click, y minimizando la página.

Yo me quedé inmóvil. Viendo que mi página había desaparecido.

Y peor aún, dije “Chíngale, ya descompuse esta madre, qué hago, qué hago, me van a querer cobrar la máquina que acabo de fregar y no tengo lana, seguramente irán a casa a hablar con mi mamufa, y mamufa me regañará, y me castigará, y estaré encerrada en mi cuarto un mes entero, y tendré que trabajar en la paletería de la esquina durante un año entero para pagar esta máquina…. Y todo por culpa de esa estúpida cosa con cable que está a mi lado…..”.

Volteé sigilosamente a toda la sala, viendo si alguien más se había percatado de mi acto, y vi que todos estaban súper concentrados haciendo lo suyo, y que el encargado del cyber estaba ensimismado con su computadora personal, mis manos comenzaron a sudar y cuando estaba a punto de llorar… sentí a una persona detrás de mí, mi alma se me fue al piso, y dije “Eres una estúpida, pudiste salir corriendo de aquí, pero ahora tendrás que afrontar las consecuencias de tus actos.”, y ya resignada a trabajar cinco horas diarias, suspiré y le dije al encargado que se había percatado desde un inicio que yo era algo así como un perro en periférico cuando me enfrentaba a la tecnología: “Este…. Este…… yo…. Yo…..”, y él: “Minimizaste, minimizaste la página, mira, dale clic izquierdo, viste? Es fácil, cualquier duda que tengas, yo te ayudo.”, y sonrió y se fue nuevamente a su computadora.

Once años después de eso….

Maldita tecnología.

¿Para qué nos hace creer que la podemos trasladar al mundo real?

Las cosas o sentimientos que minimicé esperando el momento de volverlos a atender, han cobrado vida propia y no esperaron mi click nuevamente, alguien más llegó, y los maximizó en mi pantalla, volteó a verme y sé que sólo hay dos opciones posibles: seguir escribiendo en ese archivo, o cerrarlo sin guardar los cambios.

Él y yo, sabíamos que este momento llegaría algún día.

Él y yo, sabíamos que el día que él maximizara, yo cerraría la ventana sin guardar los cambios.