La raíz del miedo.

De vez en cuando sigo teniendo esa clase de sueños.

Donde estoy yo sola enfrentándome a “algo” malo.

Algo que no es corpóreo, pero sé que existe porque puedo sentirlo.

En un inicio se burlaba de mí y me decía: “No puedes contra mí, someteré tu voluntad.”.
Yo temblaba de miedo y como todos hacemos, contra enemigos fuertes, llamaba a aliados de igual fortaleza, así que comenzaba a rezar el Padre Nuestro, que (respetando como siempre las creencias de los demás) creo que es la oración más poderosa que existirá jamás.

Pero el ser que estaba a mi alrededor, no se iba, seguía a mi alrededor, injuriando a Aquél cuyo nombre será eternamente bendecido.

De repente, la tensión y el miedo desaparecían y mi sueño terminaba ahí.

He visto seres de otras dimensiones, energía que coincide en tiempo y espacio conmigo, más sin embargo ningún daño me ha causado.

Pero hace aproximadamente un año y medio, escuché esas voces que me despertaron, muchas voces al unísono, yo tapé mis oídos y les dije que se fueran, que no estaba interesada en escucharlas, las voces se enojaron, y se escuchó cómo mi ventana era golpeada bruscamente, mientras yo me cubría con mi cobija y sudaba frío.

Sé que me observa mientras duermo.

Porque incluso, puedo sentirlo esporádicamente, y me da muchísimo miedo.

Dos escenas de “Médico de Cuerpos y Almas” de Taylor Caldwell, golpearon mi raciocinio y me hicieron llorar efusivamente… Ningún otro libro me ha hecho llorar. Sólo ése.

De una hablaré con posterioridad, pero en este caso fue un capítulo ficticio donde María sale en la noche a buscar a su Hijo, antes de que Él iniciara su vida pública, y lo encuentra platicando con un ángel negro y hermoso.

María se echa a llorar amargamente porque sabe que el momento de que se cumplan las profecías está a punto de llegar, y verá morir a Su hijo en manos de la humanidad.

Él se acerca a ella, le limpia sus lágrimas y le dice: “No llores madre mía, porque siempre estaré contigo.”.

Le pedía a su madre que dejara de llorar, pero ni ella ni yo podíamos hacerlo.


Todos terminamos enfrentando a nuestros propios demonios.

Sé que los míos, me perseguirán a diario y en mis sueños, todos los días de mi vida.

A lo que temo de verdad, es que logren despertar la carroña que hay en mi interior.

Porque así como he amado y amo intensamente, sé que también soy capaz de odiar con la misma intensidad; es la misma voluntad la que se guía o controla, pero con diferentes directrices.

Sé que hay un punto donde convergen el bien y el mal.

Y ese punto, soy yo.