"Conoce nuevas culturas."

«Sobre los Llanos la palma,
sobre la palma los cielos,
sobre mi caballo yo,
y sobre yo mi sombrero»
Tonada popular araucana.

Los antropólogos dicen que sólo sumergiéndote por completo en una cultura diferente, puedes comprender totalmente la propia.

Para mi gusto, la mejor, mejor, mejor parte de la muy hollywoodesca “El curioso caso de Benjamín Button”, es el momento donde la hija lee la parte trasera de todas las postales que le envió su padre que decían: “Me hubiera gustado estar ahí, a tu lado; No hay día que no piense en ti; Conoce nuevas culturas.”… fue ahí donde simplemente no pude más, y me quebré…

A mis 27 años he conocido en carne propia, tres culturas diferentes a la mía.
Pero no me he sumergido por completo en cada una.
De hecho, le dediqué únicamente una semana a cada estilo de vida.

Podría decirse que únicamente la brisa suave de otras culturas tocó mi piel. Y no pude respirar su aire seco que asfixia los pulmones.

Pero en contraprestación a todo el cúmulo de imágenes e ideas del extranjero que te cambian la perspectiva, yo tengo grabadas en mi mente tres imágenes “100% hechas en México” que simplemente… me han quebrado.

La primera de ellas, fue en el año de 1994, cuando mi padre leía la revista Proceso, la dejó a un lado, yo la tomé, la abrí y vi una imagen de un grafiti escrito en una pared de Chiapas que decía: “No queremos TLC, queremos comer.”.

La segunda de ellas, fue hace poco más de un año, mientras yo iba conduciendo a la Ciudad de México, D.F., y a mitad de la carretera vi un niño de aproximadamente doce años, que corría al margen de la carretera con un morral en la espalda…. No volteaba para atrás para ver si venían vehículos a alta velocidad, sólo corría y corría… Ignoro su destino. Porque no había señal alguna de asentamientos humanos durante los siguientes 50 kilómetros.

La tercera, fue este año. Hace más o menos dos meses. Llovió. Y en la carretera Irapuato-Salamanca, en sus tierras de cultivo, el agua se estancó. Y había tres niños adentro de ahí, jugando a mojarse, como si fuera una alberca de un hotel GT…. Yo me preocupé por todas las bacterias que se incrustarían a su piel, ya que el olor que emanaba del encharcamiento, denotaba que no eran aguas higiénicas, aptas para sumergirse en ellas… pero a ellos no les preocupaba eso, sólo querían sentir la sensación de estar nadando.

El sentirse parte de un pueblo, o el sentimiento de identidad nacional, se convierte así en una tarea dinámica, y muy probablemente, sin una solución única y exacta.

¿Cómo entender nuestra propia cultura?
¿Haciendo caso a los antropólogos y tocando fondo en otras maneras de vivir?
¿Conociendo únicamente la brisa suave de culturas diferentes?
¿Tomando un crayón y dejando notas al Gobierno de nuestro Estado?
¿Colgándonos un morral y ponernos a correr y correr y correr sin mirar atrás?
¿Quitándonos la ropa y sumergirnos en el agua que cae del cielo sin importarnos las consecuencias en nuestras células cutáneas?

Recuerdo cuando estúpidamente le pregunté a un chico de una cultura diferente: ¿Te has acostado con alguna chica mexicana?, y él me respondió: “Sí, pero en estos momentos, no me importan las nacionalidades, únicamente estoy interesado en hacer el amor contigo.”.

En mi enfática búsqueda del lugar al que pertenezco, me he dado cuenta que el sentimiento de pertenencia no está nada desarrollado en la raza humana.

Porque al igual que los primeros hombres, somos nómadas por naturaleza. Lo llevamos en la sangre, y ni la agricultura, ni la industria, ni la civilización podrán nunca llenar la incertidumbre de saber si pertenecemos al lugar en el que nos encontramos en este momento.

Es por eso que hoy, me postro de rodillas y beso agradecida la tierra que me vió nacer, porque ignoro si será la misma, que me habrá de ver desfallecer.